Redacción/ El Nacional
¿Hay una edad para el placer?
“El disfrutar del sexo no tiene edad”, nos dice el doctor Walter Ghedin, psicólogo y psiquiatra. “Si las etapas juveniles poseen la energía corporal y el deseo siempre encendido, los adultos maduros cuentan con más experiencia y recursos amatorios para obtener beneficios”, completa.
Los 20: pasión y pudores
Las etapas juveniles poseen la energía corporal y el deseo siempre encendido. Sin embargo, la ansiedad puede ser un factor que entorpezca la vida erótica de los que recién comienzan, ya sea por el imperativo de ‘tener que cumplir’, por pudor o por desconocimiento de las posibilidades corporales y sensoriales”, explica Ghedin.
Los 30, entre quejas y ansiedades
Esta franja etaria se ve perjudicada por la ansiedad, sobre todo en aquellos que quieren consolidar un proyecto de pareja. “Las mujeres se quejan de la falta de compromiso de los hombres, mientras que ellos se quejan de las demandas femeninas”, grafica Ghedin.
“Los vínculos tardan en consolidarse y los que lo han logrado están aprendiendo, a fuerza de chocarse contra la misma pared, a darse cuenta de lo difícil que es sostener el amor y el sexo sin acciones que lo renueven.
Los 40: el pico sexual femenino
Ricardo Arjona tenía razón. Las “señoras de las cuatro décadas” cuentan con más recursos amatorios para obtener beneficios. “Después de los 40 es posible vivir el sexo con mayor plenitud, valiéndose de la experiencia. En esta etapa las mujeres están más duchas en pedir los que los gusta y guían a los hombres para obtener mayor placer.
La licenciada Resnicoff coincide en que el sexo es mejor a partir de los 40, al menos para las mujeres. Lo define como el “pico sexual” femenino, su momento de mayor plenitud. En los hombres pasa todo lo contrario: “a los 40 comienzan a extrañar esas erecciones que alcanzaban con facilidad a los 20.
Por lo general, se sienten seguras y con la autoestima elevada. Ya no se trata de satisfacer al otro, sino de pensar cómo quieren ser satisfechas.
– Les importa la intimidad. Tienen ganas de tener un contexto y de tener tiempo para compartir. Les preocupan los ricos olores, ir a un hotel alojamiento, sentir confianza con la persona que están, comunicarse y que el otro las sorprenda.
No existe la misma frecuencia que a los 20, pero se logra mejor calidad. La mujer solo dice sí cuando realmente tiene ganas y se vuelve divertido masajearse, bañarse, besarse en cada una de las partes del cuerpo y no limitarse a lo genital. No se trata solo de alcanzar un orgasmo, sino del placer que lleva a desear un nuevo encuentro.
Después de los 50: entre el Viagra y las nuevas sensaciones
En este momento aparece la creencia de que la vida sexual entra en declive, pero es un mito. “Si el adulto maduro no tiene enfermedades físicas que alteren la fisiología sexual (enfermedades vasculares, endócrinas, diabetes, fármacos, etc.) puede continuar disfrutando del sexo sin los apremios de la vida juvenil”, explica Ghedin.
El hombre, a esta altura de la vida, ya no tiene las frecuentes e instantáneas erecciones de sus años juveniles y necesita recibir estimulación por parte de su compañera para poder disfrutar. “Esto hace que el encuentro sexual sea mucho más prolongado. La pareja dedica más tiempo a disfrutar de mutuas caricias, mientras van descubriendo nuevas y muy estimulantes sensaciones eróticas. Cada vez sienten mayor fascinación por el placer, saben que el orgasmo vendrá y, si no, de todas formas logran disfrutar del encuentro”, describe Resnicoff.