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La humanidad se divide en dos: trasnochadores y madrugadores, esta sentencia casi absoluta se comprueba al observar que mientras a unas personas la noche parece caerles encima como un pesado fardo que los dobla en la cama y les cierra los párpados, a otras les inyecta energía y las deja listas para volar.

 

Los primeros proclives a dormirse temprano pero dispuestos a madrugar y los segundos a no acostarse en la noche a condición de levantarse tarde. Así son los humanos, cada uno con un ritmo diario particular dentro de un patrón característico, más o menos fijo.

 

Esta división, valga decirlo, no es caprichosa. De acuerdo con Miguel Dávila, neurólogo especialista en medicina del sueño, es producto del sol, que en realidad es el principal cronógrafo humano.

 

Es necesario incorporar la variable matutinidad-vespertinidad en los perfiles de personalidad para entender la relación de los individuos con su entorno y orientarlos de acuerdo con eso favorecerles su ubicación natural