Redacción / El Nacional
Múltiples estudios coinciden en que la ingesta de alcohol a temprana edad no solo actúa como un disparador de conductas temerarias, oposicionistas e irresponsables, sino que afecta a todo el organismo de manera irreversible.
De acuerdo con el segundo estudio ‘Consumo de alcohol en menores de 18 años (2015)’, el problema es que los niños están empezando a consumir licor a los 12 años, en promedio, y se calcula que alrededor del 20 por ciento de los menores de edad beben licor semanalmente.
Juliana Mejía, una de las investigadoras principales del estudio de la Corporación Nuevos Rumbos, advierte que es urgente prestarle atención a este problema ya que la ingesta de trago durante la infancia y la adolescencia “altera el desarrollo del sistema nervioso central, que en esas edades está en pleno proceso de construcción y consolidación”, explica.
Así mismo mencionó las consecuencias sobre el desempeño intelectual, el aprendizaje, el control motor del cuerpo y la formación de la corteza cerebral, encargada del procesamiento de todas las funciones cerebrales superiores.
Por su parte, el director de Nuevos Rumbos y quien encabezó este trabajo, Augusto Pérez, Ph. D, señala que hay mucha evidencia científica que apunta a que el consumo de licor en edades tempranas disminuye la efectividad en las conexiones entre diferentes partes del cerebro y la comunicación entre ambos hemisferios de este órgano.
“Debido a la peligrosa disminución del volumen y densidad de estructuras como el tálamo, el putamen, la corteza prefrontal, el hipocampo y el cuerpo calloso”, explicó Pérez.
Cabe mencionar que un equipo de científicos estadounidenses publicó en marzo del 2014, en la revista Alcohol and Alcoholism, un estudio que demostró que la ingesta de alcohol en edades tempranas causa fenómenos inflamatorios en el hipocampo y en la corteza prefrontal, por déficit en los procesos de neurogénesis activa, que pueden desencadenar déficits cognitivos importantes.