Hacerse un tatuaje es una práctica popular y creciente en la población, sobre todo en los jóvenes de entre 15 y 25 años de edad, así como en mujeres que recurren a tatuajes cosméticos, pero sus complicaciones constituyen un motivo frecuente de consulta dermatológica.
Mediante cifras del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), aproximadamente 12 millones de mexicanos tienen un tatuaje y la mayoría no sobrepasa los 20 años de edad.
Un tatuaje es una marca o diseño permanente que se realiza en la piel al insertar pigmentos con pinchazos en la parte superior de ésta, las agujas perforan la capa superior de la piel (epidermis), y llegan hasta la siguiente capa (dermis), donde se deposita la tinta. Las máquinas introducen una aguja en la piel a una frecuencia de 50 a 300 veces por minuto.
Las principales complicaciones en la piel al realizarse un tatuaje son reacciones alérgicas a la tinta, especialmente a los colores rojo, verde, amarillo y azul, que pueden causar sarpullido y picazón o enfermedades de transmisión sanguínea por utilizar un equipo contaminado con sangre infectada.
En algunas ocasiones se puede formar una zona de inflamación, llamada granuloma, alrededor de la tinta del tatuaje o se presentan cicatrices queloides, que son áreas elevadas de la piel causadas por un crecimiento excesivo del tejido cicatrizal.
Otro punto que se debe tener en cuenta al realizarse un tatuaje, es estar seguros del procedimiento al que nos someteremos, pues aproximadamente el 25% de las personas con un tatuaje se arrepienten de haberlo hecho y busca opciones para removerlo.
Al momento de determinar el tratamiento más adecuado para retirar el tatuaje, hay que evaluar a cada paciente (zona del cuerpo, extensión, si es un tatuaje de tinta negra o a color) y existen diversos procedimientos:
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Láser: Permite trabajar sobre lesiones superficiales y profundas de la piel, es efectivo y amigable pues genera menos dolor.
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Electrofulguración: Es un procedimiento médico que emplea el uso de electricidad con el objetivo de deshacer el tejido. El procedimiento se combina en caso necesario con la aplicación de un fármaco para poder retirar el tatuaje. El resultado final será parecido al de una quemadura.
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Cirugía: El cirujano retira la piel que tiene la tinta con la ayuda de un escalpelo y los bordes son suturados para cerrar la herida. Este proceso ayuda al cirujano a tener más control sobre las áreas coloreadas.
Realizarse tatuajes se ha vuelto una práctica muy frecuente, sin embargo no hay que tomar los riesgos a la ligera. Por ello, la Fundación Mexicana para la Dermatología recomienda algunas medidas de cuidado:
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Mantén la zona tatuada limpia.
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Utiliza agua y jabón neutro y lava con suavidad.
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Evita los chorros de agua directos sobre la piel recién tatuada.
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Para secar el área, da toques suaves, no frotes.
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Aplica humectante sobre la piel tatuada varias veces al día.
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No expongas el área tatuada al sol, al menos por algunas semanas.
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Evita nadar en piscinas o en el mar, así como las tinas de agua caliente.
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No quites las costras, hacerlo aumenta el riesgo de infección y provoca cicatrices.
Finalmente, es por eso que integrantes de la FMD, exhortan a la población a que, antes de realizarse un tatuaje, se tomen el tiempo necesario para pensar en las posibles complicaciones y repercusiones en su vida diaria.
Redacción/El Nacional