Redacción / El Nacional
Cierto es que el amor se viste con muchos ropajes o disfraces. El amor es un sentimiento que puede fácilmente confundirse con pasión, deseo, ideal o capricho, y más cuando hemos de convertirlo por fuerza mayor, en un sentimiento platónico.
Amores que quedaron inconclusos, amores de niñez, amores de adolescencia, amores de juventud, o amores de madurez que hemos sentido, pero nunca realizado como un anhelo imperante, necesario y vital en la vida. Un amor que deja, (lo queramos o no), un enorme vacío inexplorado en los bosques del alma.
Amores hay que son verdaderos, capaces de volvernos unas verdaderas heroínas en los campos de acción, y que sin embargo, hubo algo, o alguien o hay o habrá algún motivo, causa o razón que nos impida plasmarlo.
Amores hay que se quedaron profundamente dormidos en los sueños de mujer profundamente enamorada del amor, y se fueron como llegaron, sin pedir permiso y sin decir adiós. ¿Se fueron realmente? ¿o los dejamos ir? ¿o están allí aún impregnados en las paredes del alma, esperando a ser despertados con el roce de los pétalos de una nueva ilusión?
¿Cuántas mujeres hay en el mundo que idealizaron su amor en una persona equivocada?, creyeron encontrar las puertas del templo del amor en el corazón del ser amado, para luego darse cuenta que no era lo que ellas buscaban del amor? ¿Qué es lo que realmente se busca del amor? ¿la correspondencia? ¿la comodidad y los lujos? ¿la seguridad económica o emocional? ¿placer?… ¿o qué?
¿Por qué una mujer se siente decepcionada o frustrada cuando no encuentra ese eco en el ser que creyó amar, y se entregó en cuerpo, alma, sentimiento y razón?
¿Será que también ese amor le era prohibido? ¿será que sólo seleccionó mal a su pareja? Porque indiscutiblemente el amor sigue vivo allí, latiendo fuertemente, reclamando atención en su corazón, pero se siente desplazada, incompleta, anulada, estéril del alma, sola, vacía, incomprendida, devaluada, utilizada, manipulada como una hoja al viento, o una veleta a la deriva de las circunstancias.
¿Hasta donde puede considerarse al amor como un sentimiento prohibido?
Ciertamente es que existen casos que lógicamente, y por simple inducción lógica sí resultan realmente “prohibidos”, porque los restringe la sociedad, los principios éticos o humanos, las culturas, las religiones, los lazos consanguíneos, etcétera, y que esas normas de moralidad y buen juicio nos indican que no es por ahí, o que simple y sencillamente tenemos que darnos cuenta (aunque nos duela), que un amor prometido o comprometido anticipadamente con otro ser, no es el ideal que estábamos buscando para nosotras, ni es, ni se parece siquiera, al ideal de nuestros sueños.
¿Pero cuándo encontramos a una persona que es libre, no está enlazada, no está prometida o comprometida, y que no hay problemas con la cultura, los principios religiosos, ni los lazos de la sangre y que de todas formas no podemos alcanzar? ¿Por qué no podemos realizar ese amor? ¿Será que nos está prohibido realizarlo por alguna razón divina?
Sería interesante debatir este tema amigas, en el que seguramente muchas de nosotras, quizá tengamos una valiosa historia que compartir.