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Redacción/El Nacional

El sueño es un taller de reparación física y memorización”, dice el doctor Eduard Estivill, neurofisiólogo especialista en Medicina del Sueño.

Dormir una hora menos de lo que necesitamos puede llegar a alterar un 10% la capacidad de concentración. Y esta consecuencia es acumulativa. Por eso notamos más la falta de sueño los últimos días de la semana.

En muchos casos, dormir mal implica comer mal. Lo dice la Academia Americana de Medicina del Sueño. Y el doctor Terán lo corrobora.

“El desvelo produce una serie de estímulos que actúan sobre áreas del cerebro que tienen que ver con centros de recompensa, los cuales nos engañan a la hora de escoger determinados alimentos: elegimos aquellos con alto contenido energético, con mucha glucosa, como pasteles y bebidas azucaradas”, afirma. Un estudio de la Universidad de Winconsin (EE. UU.)

Durante la fase de sueño profundo se fabrica la hormona del crecimiento, responsable de la regeneración de la piel”, indica el doctor Estivill, por eso las personas que duermen poco o mal tienen ojeras. Eso en el mejor de los casos. Una falta de descanso prolongada en el tiempo origina alteraciones cutáneas más serias.

“La fragmentación del sueño está muy asociada con la aparición, por ejemplo, de dermatitis atópica, dermatitis seborreica y favorece que algunos tipos de tumores cutáneos puedan progresar más rápidamente”.

La ausencia de la fase de sueño lento, profundo (fase REM), implica no poder eliminar algunas sustancias tóxicas que, acumuladas, pueden estar en el origen de trastornos neurológicos. Varios estudios, entre ellos uno del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (Barcelona), de 2011, lo subrayan: “La incapacidad de caer en el sueño más reparador, unida a la aparición de pesadillas en las que nos creemos atacados y perseguidos y nos hacen gritar o agitarnos físicamente, supone un factor de riesgo para padecer párkinson”.

Investigadores de la Universidad de Helsinki demostraron en 2013 que el insomnio persistente provoca cambios en el sistema que regula nuestras defensas. Algunos de estos cambios surgen a largo plazo, y pueden contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares y diabetes del tipo 2. “Los estudios han permitido establecer la causalidad entre tener un sueño fragmentado y el desarrollo de hipertensión arterial, de riesgo cardiovascular o incluso de mortalidad”, advierte el doctor Terán. Otro estudio de la Academia Americana de Medicina del Sueño ratifica que los trastornos del sueño pueden ser un factor de riesgo para sufrir enfermedades coronarias.