Redacción/ El Nacional

El Monterrey tiene una grandísima deuda consigo mismo en todos los frentes. Los directivos no han acertado en las contrataciones desde hace rato ni los futbolistas tampoco se han comprometido mucho con la causa.

El desfile de entrenadores y jugadores en los últimos semestres ha sido la viva señal de una profunda indecisión sobre un estilo futbolístico que le identifique. El club ha perdido valiosos quilates en la competencia y no ha sabido ni ha podido sacudirse el encadenamiento de fracasos. Se ha solapado exageradamente la debacle y el ´reseteo´ aún sigue demorado.

Esa combinación fuera de foco en la relación escritorio/cancha ha derivado en una estruendosa implosión con consecuencias lastimosas. Rayados se ha perdido entre la mediocridad y ha desaparecido del mapa nacional e internacional. Ávido de logros, hoy al club se lo comen las urgencias y la impaciencia de la tribuna.

Es obvio que para inaugurar la nueva era de la institución, Rayados está obligado a reinventarse. Tiene que recuperar el hambre y la ambición de trascender. Parecen dos propósitos primarios dentro del futbol, pero para en un equipo que ha sido orillado a empezar de cero, son dos objetivos impostergables.

El estadio propio será un sueño cumplido a partir de agosto, pero también una pesada carga. Rayados no puede desentonar, porque el BBVA Bancomer le exigirá nivel y altura en aras de despegar hacia los horizontes trazados. El plan es regresar a las grandes citas en un gran inmueble, con una proyección que brinque las fronteras mexicanas.

La internacionalización del Monterrey ya tiene un punto de partida. Le ha llegado el momento deseado para presumir su músculo institucional y deportivo.

Saben que no se pueden admitir fallar y se supone que toda la movida está pensada para arrojar frutos en un corto plazo. Los directivos han elegido que el estadio sea la ´bomba´ para lo que viene y que el equipo haga el resto del trabajo para un relanzamiento ideal. Retomar el brillo en esta nueva etapa significaría una ganancia extraordinaria y una oportuna exposición mediática.

Mohamed está llamado a ser el responsable de todo este despertar de Rayados. Los directivos le pondrán el estadio, le han traído ´sus´ jugadores y él deberá hacer funcionar la máquina para hacer rentable el negocio.

El DT no puede darse el lujo de errar en el diagnóstico. Será ídolo y todo lo que quiera, pero el nivel de tolerancia está demasiado estrecho. La tribuna ya lo eximió tímidamente de culpa y cargo del último fracaso por su condición de ´bombero´. Se le respetó la figura, pero ahora nada será igual y lo medirán desde los resultados.

Rayados liberó un par de huecos de extranjeros con el recorte de los colombianos Mejía y Chará. Mohamed implora por un contención ´de calidad´ que llegaría en las próximas horas. Ya cuenta con Castillo, Funes Mori y ha decidido repatriar a los experimentados De Nigris, Osorio y Lucho Pérez. El Turco no ha regenerado tanto, sino más bien ha refrescado.