El director Alfredo Ruizpalacios, regresa con “La Cocina”, un retrato audaz y conmovedor que pone en primer plano a los migrantes que, desde las sombras de una cocina en un restaurante de Nueva York, sostienen una de las industrias más poderosas y a la vez invisibles de la sociedad estadounidense.

De la mano de Cinepolis Distribución, la película nos ofrece una visión visceral de la lucha diaria de aquellos que sueñan, sufren y sobreviven al margen, mientras luchan por un futuro que, paradójicamente, nunca les pertenece por completo.

Ambientada en la década de los 90, “La Cocina” se desarrolla en una noche agitada en The Grill, un restaurante icónico de Nueva York. La trama comienza con la desaparición de una considerable cantidad de dinero de la caja registradora, lo que provoca una serie de interrogatorios entre los cocineros indocumentados del establecimiento. Pedro, uno de los cocineros principales, se ve atrapado entre la frustración de su vida, la pérdida emocional de su amante Julia (quien acaba de sufrir un aborto), y una creciente desesperación ante un sistema que lo oprime y lo reduce a un instrumento más dentro de la maquinaria.

Durante los 139 minutos de duración, la película explora temas profundos como el poder, la clase social, la migración, la identidad y el precio de la fama, mientras la cocina se convierte en un escenario donde se cruzan diversas realidades, todos luchando por su supervivencia.

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Lo que distingue a La Cocina como una de las mejores películas mexicanas de los últimos años es, sobre todo, su capacidad para capturar la universalidad del sufrimiento y las aspiraciones humanas.

La fotografía en blanco y negro es uno de los mayores logros de la película. Con un contraste agudo entre luces y sombras, la cámara refleja tanto la brutalidad como la belleza de los momentos vividos en la cocina. Cada toma parece estar diseñada para intensificar la sensación de claustrofobia, de estar atrapado en un espacio sin salida. Esto no solo refleja el entorno físico del restaurante, sino también la atmósfera emocional de los personajes: seres humanos que luchan por mantener su dignidad en un sistema que los explota, los minimiza y los invisibiliza.

A pesar de la intensidad de los temas tratados, los pequeños momentos de humor humanizan a los personajes, dándoles una complejidad que va más allá de su sufrimiento.

La nominación al Oso de Oro en el Festival de Berlín es, sin duda, un reconocimiento a la calidad de esta obra, que no solo pone sobre la mesa temas urgentes, sino que lo hace a través de una narración cinematográfica de primer nivel.

“La Cocina” es una película desafiante, inquietante y profundamente humana.

Carey González/El Nacional