Hace apenas unas semanas, el frágil sistema de salud de la Franja de Gaza enfrentaba con dificultades un aumento incontrolado de casos de Covid-19. Las autoridades desalojaron quirófanos, suspendieron la atención médica no esencial y asignaron los doctores a los pacientes con dificultad para respirar.
Entonces comenzaron a caer las bombas.
Los enfrentamientos de esta semana entre Israel y los gobernantes de Hamas en Gaza han dejado 103 palestinos muertos, entre ellos 27 niños y 530 personas heridas en el territorio empobrecido. La fuerza aérea israelí ha atacado apartamentos, destruido vehículos y demolido edificios.
Los médicos en el aglomerado enclave costero están reasignando ahora camas de unidades de cuidados intensivos y maniobrando a toda prisa para hacer frente a una crisis sanitaria muy distinta: atender a heridos de explosiones y esquirlas, vendar cortaduras y efectuar amputaciones.
Los familiares angustiados no esperaban la llegada de las ambulancias, sino que trasladaban a toda prisa a los heridos en vehículos o a pie hasta el hospital Shifa, el más grande del territorio. Los médicos exhaustos se apresuraban a atender a un paciente tras otro, vendando frenéticamente las heridas de esquirlas para detener las hemorragias. Otros se reunían en la morgue del hospital y esperaban con camillas para retirar los cadáveres y que sean sepultados.
El hospital Indonesia, en la localidad de Jabaliya en el norte, se saturó después de que cayeran las bombas en zonas cercanas. Había sangre en todas partes y las víctimas yacían en los pisos de los pasillos. Los parientes colmaban la sala de emergencias, llorando por sus seres queridos y maldiciendo a Israel.
“Antes de los ataques militares, teníamos grandes escaseces y apenas podíamos manejar la segunda ola (del coronavirus)”, dijo por teléfono Abdelatif al-Hajj, funcionario del Ministerio de Salud de Gaza, mientras las bombas retumbaban en el fondo.
“Ahora las víctimas están proviniendo de todas direcciones, víctimas en verdadero estado crítico. Temo un colapso total”.
Destrozado por años de conflicto, el sistema de salud empobrecido en el territorio de más de 2 millones de personas siempre ha sido vulnerable.
La enconada división entre Hamas y la Autoridad Palestina, instalada en Cisjordania y un bloqueo de casi 14 años impuesto por Israel con asistencia de Egipto también han asfixiado la infraestructura. Hay escasez de equipo y suministros como bolsas de sangre, lámparas quirúrgicas, anestesias y antibióticos. El equipo de protección personal, los respiradores artificiales y los tanques de oxígeno son incluso más escasos.
El mes pasado, los casos diarios de infección y muertes por Covid en Gaza alcanzaron máximos históricos, azuzados por la propagación de una variante que apareció primero en Gran Bretaña, la relajación en las restricciones al tránsito durante el ramadán y la profundización de The Associated Pressatía y la intransigencia pública.
En el territorio devastado por las bombas donde la tasa de desempleo es de 50%, la supervivencia personal suele imponerse a los llamados de los expertos en salud pública. Hay una limitada realización de pruebas diagnósticas y van más de 105 mil 700 infectados y 976 fallecidos durante el brote, según autoridades sanitarias.
Conforme los casos aumentaban el año pasado, atizando temores de una catástrofe en la atención sanitaria, las autoridades reservaron clínicas sólo para pacientes con COVID-19. Sin embargo, eso cambió con los bombardeos israelíes sobre el territorio.
Ante la imperiosa necesidad de espacio para los heridos, el personal de enfermería del hospital European en la localidad de Jan Yunis trasladó en medio de la noche a decenas de pacientes infectados a un edificio distinto, dijo el director del hospital, Yusef al Akkad. Los cirujanos y especialistas, desplegados en otras partes para tratar las infecciones, regresaron a toda prisa para atender heridas de cabeza, fracturas y lesiones abdominales.
Si el conflicto se intensifica, el hospital no podrá atender a los pacientes con Covid, informó Al Akkad.