Redacción/El Nacional
Hoy se cumplen cuatro años del asesinato de Facundo Cabral, quien se había presentado en el escenario del Teatro Roma de Xela en Guatemala.
Como en cada recital, Cabral apareció para tocar su trova, pero también, como hacía siempre, para compartir sus pensamientos, sus ideas; de política, de amor, fidelidad, religión, de su infancia, en un tono casi nostálgico, hablaba de la soledad, del “No soy de aquí ni de allá”. Al despedirse de su público les recordó que los llevaría en su corazón hasta el final. Fue la última presentación del músico.
Facundo Cabral nació el 22 de mayo de 1937 en La Plata, Buenos Aires, Argentina, luego, tras el abandono de su padre, la familia: su madre Sara y dos hermanos del pequeño Facundo, emigraron hacia Tierra del Fuego. La niñez fue dura, marginal, hasta que el músico cayó en el reformatorio y más tarde comenzó a tocar la guitarra y a cantar folklore. Su primer trabajo fue en un hotel donde cantaba durante las cenas de los huéspedes.
Después hizo sus primeras grabaciones bajo el nombre de “El Indio Gasparino” hasta que se quedó con el “Facundo Cabral”. Sus letras comenzaron a reflejar las influencias de Borges, Whitman, Gandhi y se convirtió en un cantautor de protesta que en 1976 debió abandonar Argentina por la misma razón; se exilió en México hasta 1984 cuando regresó a su tierra natal. Ya consagrado llenaba estadios y realizaba giras internacionales.
Como autor fue invitado a La Feria Internacional del Libro en Miami, donde habló de sus libros, entre ellos: “Conversaciones con Facundo Cabral”, “Mi Abuela y yo”, “Salmos”, “Borges y yo”, “Ayer soñé que podía y hoy puedo”, y el “Cuaderno de Facundo”. En reconocimiento a su constante llamado a la paz y al amor, en 1996 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo declaró “Mensajero Mundial de la Paz.
La noche del 9 de julio, Cabral se subió al auto de Henry Fariñas y mientras viajaban por el Boulevard Liberación de Guatemala, un grupo de hombres armados dispararon contra el vehículo. Cabral murió a las 5:20 de la madrugada.
Entre Cabral y Henry Fariñas había una relación íntima, una amistad que hizo que el empresario nicaragüense le llamara maestro al argentino, y que lo llevó a estar presente en los últimos momentos de la vida del músico.
Fariñas había insistido en llevar a Facundo al aeropuerto en su Range Rover blanca, el vehículo fúnebre del trovador que recibió tres disparos de 25 que se hicieron contra la camioneta.
Lo que pasó después, hasta hoy, es una marabunta; se dijo que el ataque había sido una orden del narcotráfico contra Fariñas y que Cabral habría sido un daño colateral. El empresario, que sobrevivió al ataque, declaró que el autor del atentado había sido Alejandro Jiménez, un narcotraficante que le había mandado asesinar debido a que se había negado a venderle el Elite Night Club de Managua. Jiménez estaba fichado hacía años por nexos con una organización de tráfico de drogas.
Fariñas fue condenado a 30 años de prisión por lavado de dinero, tráfico de drogas y crimen organizado, pues la policía descubrió que Henry formaba parte de la organización de “Los Charros”, donde conoció a Jiménez, quien molesto porque el amigo de Cabral lo traicionó decidió mandarlo matar. Jiménez no sabía que esa noche, en el auto, viajaba Cabral.