Redacción/ El Nacional
Pasamos un tercio de nuestra vida en la cama y con nosotros, millones de ácaros, bacterias y desechos orgánicos. Cambiarlas poco y lavarlas en frío puede ser fatal.
Si tuvieras unas gafas de visión ultramicroscópica te darías cuenta de que tus sábanas son, en realidad, un festival de ácaros, bacterias y mugre de tamaño infinitesimal. El menú fatal de tu lecho incluye restos de pieles muertas, pelos, bacterias, mohos, ácaros y materia fecal (sí, el sudor lleva bacterias E-coli. Su número esparcido por la cama aumenta si te gusta dormir en cueros y esos microorganismos abandonan su residencia habitual en el intestino, por el orificio natural, y salen a dar una vuelta por tu cama, por si pueden infectar algo por ahí). Así las cosas, vuelve a echar un vistazo a tu lecho.
Aunque para la mayor parte de los ciudadanos sanos no representan ningún riesgo, pueden causar infecciones o alergias a las personas enfermas, bebés o con las defensas bajas. Los científicos proponen otra solución: añadir productos desinfectantes al lavado o recurrir a detergentes con bactericidas.
El edredón y el colchón también se ensucian. Y dan cobijo a legiones de ácaros, encantados de ese hábitat cálido, oscuro y tranquilo. Steven Willis, portavoz del fabricante de los colchones Ergoflex recuerda que los ácaros en sí son asquerosos pero inofensivos. “Sin embargo, sus detritos contienen enzimas digestivas que pueden causar reacciones alérgicas en los humanos. También pueden resultar irritantes los exoesqueletos de estos microorganismos”. Peor aún lo ponen los chinches. Esos animales no se desplazan mucho por sí mismos, pero llegan con facilidad.
Tampoco hay que caer en la paranoia de la higiene: el colchón basta con airearlo cada seis meses. La funda del edredón hay que lavarla con la misma frecuencia que las sábanas y el propio edredón, al menos, al terminar la temporada de invierno. Las almohadas, cada tres meses.