El País / Juan Diego Quesada
La policía de Tamaulipas desmantela 39 cámaras de vigilancia que el crimen organizado mexicano había instalado para controlar a ciudadanos y autoridades.
El narco mexicano a menudo se interpreta como un Ojo que Todo lo Ve. Su presencia está en todos y en ningún sitio. En Reynosa, la ciudad más poblada de Tamaulipas, una región fronteriza con Estados Unidos azotada por la violencia, el concepto había tomado un sentido literal: la policía ha desmantelado 39 cámaras de vigilancia que los criminales habían instalado en puntos clave de la ciudad para controlar los movimientos de ciudadanos y autoridades.
El Grupo de Coordinación de Tamaulipas, la conjunción de policías estatales y federales que trabaja en el Estado más peligroso de México, detuvo el martes a dos personas que estaban instalando en ese instante una de estas cámaras en un poste. Los operarios de un cartel cuyo nombre no ha sido revelado reconocieron que habían colocado otras 38 en lugares donde se podían observar los movimientos del Ejército, la Armada, la policía y la PGR- fiscalía-, según un comunicado. En algún lugar que todavía no ha sido descubierto, hay unos tipos a sueldo del narco observando unas pantallas como si fueran los vigilantes de las mesas de black jack de un casino en Las Vegas.
No es la primera vez que las autoridades se dan cuenta de que el ojo los vigila de cerca. En mayo, la policía ya había echado a bajo una red clandestina de una treintena de cámaras conectadas a Internet. La mayoría de los artefactos estaban instalados en postes de luz y teléfono. Como también ahora, las cámaras enfocaban las principales avenidas de la ciudad y centros comerciales y aparcamientos públicos. Nada se escapaba de su control.
Tamaulipas (3,3 millones de habitantes) es un lugar convulso. Pese a poseer una potente industria manufacturera y un PIB muy por encima de otros Estados del país, el lugar está en ocasiones fuera de control porque los 17 pasos fronterizos que lo conectan con el vecino del norte son motivo de disputa entre dos de los carteles más poderosos, Los Zetas y el Golfo. De vez en cuando, las autoridades tienen que pedir por radio y redes sociales a sus habitantes que no salgan a la calle o viajen en coche por carretera debido a los enfrentamientos en plena calle que están librando los sicarios de ambas bandas. El combate puede prolongarse durante días.
En algún lugar que todavía no ha sido descubierto, hay unos tipos a sueldo del narco observando unas pantallas como si fueran los vigilantes de un casino en Las Vegas
La fragmentación de los carteles tras la caída de importantes capos también ha motivado que micropandillas muy entrenadas operen por su cuenta, al margen de grandes corporaciones que las controlen. Sin embargo, por encima de ellas, atento a cada movimiento que pueda perturbar sus intereses, está lo que se conoce como la maña, una mafia casi imperceptible, sin nombre en los comunicados de prensa de las autoridades. Se informa a través de niños en las esquinas, el oído indiscreto de de los camareros en restaurantes y, ahora también, de cámaras de vídeovigilancia. El Ojo que Todo lo Ve ha ampliado la lente.