Erika Willimas/El nacional

 

estres 1Se puede tener sexo estando preocupados, alterados, cansados, distraídos, estresados? ¿Qué pasa cuando las hormonas, subordinadas a la cabeza, están en otra parte.

“Te lo juro que es la primera vez que me pasa” ; “hoy no, me duele la cabeza”… Excusas muchas veces dichas, negativas muchas veces escuchadas. La respuesta sexual es instintiva, pero entre los humanos se halla condicionada por la conciencia, la voluntad y la cultura. ¿Qué pasa cuando la sangre, en vez de circular hacia la zona genital, se queda trabajando en el cerebro tratando de resolver un problema laboral?

 

El estrés en el sexo Un enemigo mortal del ejercicio pleno de la sexualidad es el mal estrés, ya sea por sus manifestaciones propias (tensión, mal humor, cansancio, desinterés, irritabilidad, impaciencia) como por su incidencia negativa en la salud general. La entrega que requiere un acto sexual satisfactorio es difícil, si no imposible, con un malestar físico o un estado de ánimo negativo. Por otra parte, des de un ángulo puramente fisiológico, durante la respuesta adaptativa a otras demandas, se produce una baja de los niveles de andrógenos y estrógenos.

 

Ni pensar en “usar” el sexo como sustituto de otras carencias, porque lo más probable es que conduzca al fracaso. Hacer el amor consuela, anima, relaja y muchas cosas más, pero no si se practica a la fuerza, sin hacer prevalecer el deseo.

 

En cuanto a la práctica sexual, también suele ser agente estresante. En realidad –y por suerte- si se considera la acepción extensa de la palabra “estrés”, siempre lo es. En efecto, la aceleración de los latidos del corazón, el cosquilleo en el estómago, el rubor, la emoción, la energía adicional que el deseo y el amor ponen en marcha forman parte del “estrés” más delicioso y ambicionado de la especie.

 

Sin embargo, experiencias de cambio sexual (la primera vez con una pareja), la rutina, la presión, el apuro y la ansiedad y el miedo son factores que, desde el sexo, estresan.