De los 45 presidentes que ha tenido Estados Unidos, en cuatro de ellos ya ha pesado la sombra del impeachment: Andrew Johnson, Richard Nixon, Bill Clinton y, ahora, Donald Trump.

Este proceso, recogido en la Constitución, tiene naturaleza política y no jurídica, ya que es el Congreso, y no el Poder Judicial, quien lo pone en marcha y lo vota. Fue activado en cuatro ocasiones en la historia y consiste en destituir al presidente (o a cualquier otro cargo público) por “traición, corrupción u otros delitos importantes”.

Dos presidentes han llegado a ser acusados, aunque, finalmente, fueron declarados inocentes. Otro mandatario prefirió dimitir antes de evitar un casi seguro impeachment.

Andrew Johnson

La historia de la destitución de Johnson puede resumirse en una palabra: racismo. Tras el asesinato de Abraham Lincoln en 1865 al final de la Guerra de Secesión, Johnson, que había sido su vicepresidente, lo relevó.

Bill clinton

La historia de las campañas electorales de Estados Unidos está plagada de jugosas revelaciones sobre las vidas privadas de los candidatos. Hijos secretos, amantes, adulterio…. Sin embargo, existe un cierto (y paradójico) puritanismo en el país “de la libertad”.

El votante norteamericano suele castigar más al político que tiene una relación fuera del matrimonio que al que ha robado o cometido un delito. Y, sobre todo, lo que no perdonan, es la mentira.

El proceso de destitución contra Bill Clinton es el capítulo final del Escándalo Lewinski. En 1998 los medios desvelaron que el presidente de Estados Unidos había tenido una relación con una empleada de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, de 22 años. Clinton aseguró, tajante: “Yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer”.

Redacción/El Nacional