La observación de una serie de defectos en la apariencia física, y una percepción distorsionada de sí mismos don dos de los síntomas más frecuentes del llamado “trastorno dismórfico corporal”, el cual es producido por diversos factores que involucran elementos genéticos, neuroestructurales y neuroquímicos, así como la crianza e influencia de estereotipos de belleza creados por medios de comunicación.
Cabe señalar que desde un punto de vista clínico, los supuestos defectos pueden ser percibidos por quien sufre TDC en cualquier parte del cuerpo, no obstante, existen áreas de preocupación más frecuentes como algunas partes del rostro, la piel y cabello.
La autopercepción comienza con una imagen recibida por los ojos que sigue una ruta en la vía visual hasta llegar dentro del lóbulo temporal del cerebro. Desde un punto de vista clínico.
Quien lo padece habla con frecuencia del supuesto defecto físico con familiares y amigos y puede pasar horas en revisar su apariencia en el espejo y tratar de arreglar su aspecto físico. Hay quienes buscan tratamientos estéticos, cosméticos o de cirugía plástica, que en lugar de “arreglar” la imperfección imaginaria.