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Redacción/El Nacional

Ante la presencia de Benedicto XVI, papa emérito, que aceptó su invitación, Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, símbolo del perdón y la conversión, luego de celebrar una misa solemne ante 50 mil personas en la que llamó a anteponer la misericordia al juicio.

Dicho acto lo realizó al inaugurar el Jubileo de la Misericordia convocado por Francisco, evento religioso que se celebrará también en todas las diócesis del mundo y que durará hasta el 20 de noviembre próximo.

“Este Año Santo Extraordinario es también un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia”, explicó Francisco en su homilía.

“Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia”, agregó, citando a San Agustín.

El papa francisco, comentó que actualmente estamos en tiempos de reflexión por lo que exhorto a los fieles a la conversión y a la misericordia para tener una vida plena.

“Sí, es precisamente así. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia. Atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, nos hace sentir partícipes de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo”, pidió.

A la misa, que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro, asistieron varios jefes de Estado y de gobierno, entre los cuales el presidente italiano, Sergio Mattarella y el primer ministro, Matteo Renzi. Además, miles de fieles, familias enteras con niños, ancianos, que comenzaron a llegar a las 6 y media de la mañana y que debieron sortear medidas de control extraordinarias.

El rito de la apertura del Jubileo Extraordinario de la Misericordia concluyó luego con una procesión hasta del Papa, cardenales y obispos hasta el altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro, mientras el coro de la Capilla Sixtina entonaba el himno del Año Santo de la Misericordia. “Concede, te pedimos, a todos aquellos que cruzarán la Puerta de la Misericordia con ánimo arrepentido, renovado compromiso y filial confianza, de hacer viva la experiencia de tu ternura paterna y de recibir la gracia del perdón, para testimoniar, en palabras y obras, el rostro de tu misericordia”, pidió entonces Francisco.

En la oración del Angelus que pronunció más tarde desde la ventana de su despacho del Palacio Apostólico, el Papa recordó la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen, que se celebra hoy, “que significa que María es la primera salvada por la misericordia de Dios”.

“María es madre de una humanidad nueva, es madre de un mundo recreado y la Fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda que en nuestra vida todo es don, todo es misericordia. No se puede entender a Dios sin misericordia”, dijo. “No tengamos miedo, dejémosnos abrazar por la misericordia de Dios, que nos espera y que nos perdona todo. Dejémosnos acariciar por Dios”, pidió.

Anunció que por la tarde, como es tradición, irá a rendirle tributo a la estatua que recuerda a la Virgen de la Piazza di Spagna y de ahí, a la Iglesia de Santa María Mayor. Consciente de que la presencia de Benedicto XVI, de 88 años, fue lo más conmovedor, al recordar que cruzó la Puerta Santa recién inaugurada, pidió a la multitud un saludo, que se reflejó en otro gran aplauso.

El arranque del Jubileo se cerrará esta noche con un espectáculo único y sin precedente, denominado “Fiat lux: Illuminating our common house”, un juego de luces por el cual se proyectarán sobre la Basílica de San Pedro imágenes inspiradas a la misericordia, a la humanidad, al mundo natural y a los cambios climáticos. Fue justamente porque se estaban haciendo los ensayos de este juego de luces que en los últimos días la Basílica de San Pedro quedó totalmente a oscuras, para sorpresa de romanos y turistas.