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Redacción/ El Nacional

Los familiares de las 150 víctimas del vuelo de Germanwings que se estrelló el pasado 24 de maro en los Alpes franceses  asistieron al funeral, acompañados de voluntarios y psicólogos y de miembros de los equipos que participaron en las tareas de rescate.

El cardenal de Colonia, Rainer Woelki, celebra el oficio junto con la presidenta de la Iglesia Evangélica de Westfalia, Annette Kurschus, en un funeral con rango de acto de Estado al que asiste la  canciller Angela Merkel y el presidente Joachim Gauck.

España -país de procedencia de un tercio de las víctimas- está representada por el ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz, mientras que Francia lo está por el secretario de Estado de Transportes, Alain Vidalies, y el gobierno autonómico de Cataluña por su vicepresidenta, Joana Ortega.

A la parte religiosa del acto, con traducción simultánea al español, francés e inglés, seguirán las intervenciones del estamento político, que abrirá la jefa del gobierno de Renania del Norte-Westfalia, Hannelore Kraft, seguida del presidente Gauck y finalmente de Fernández Díez y Vidalies.

Al oficio asisten también, en segunda fila en un lateral del templo, el presidente de Lufthansa, Carsten Spohr, y el de su filial de bajo coste Germanwings, Thomas Winkelmann.

Los periódicos alemanes recogen hoy a toda página un mensaje de duelo de la aerolínea alemana, que garantiza que nunca olvidará a los pasajeros y a sus colegas fallecidos y se une al dolor de los familiares: “Siempre estaremos a su lado”, afirma.

En las inmediaciones de la catedral de Colonia, uno de los mayores templos del mundo, quedaron instaladas pantallas gigantes para seguir la ceremonia, que transmiten en directo varios canales públicos y privados.

La catástrofe del Airbus A320 de Germanwings sumió a Alemania en la conmoción mientras se sucedía el goteo de informaciones sobre sus posibles causas.

Todo apunta a que el copiloto, Andreas Lubitz, de 27 años, aprovechó una ausencia del piloto para cerrar por dentro la puerta de su cabina y estrellar el aparato contra los Alpes.

Lubitz, quien desde la adolescencia soñó con ser piloto, interrumpió por una depresión en 2009 su formación en la escuela de Lufthansa, que luego retomó hasta lograr su permiso de vuelo.

En los últimos tiempos había seguido varias terapias y el día de la catástrofe tenía una baja médica, que ocultó a su empleador.