José Daniel López/El Nacional
Te quedaste dormido y ya se te hizo tarde, te ganan las prisas, sales corriendo y te tropiezas. ¡Vaya, vaya! Chaval, te has equivocado al ponerte los zapatos. ¿A quién no le ha pasado alguna vez? Bueno, esto no ocurría antes del siglo XIX porque no existía un zapato para cada pie, ambos eran idénticos.
Hasta 1850 la mayoría del calzado era producido a manos y con hormas rectas, por lo que el resultado eran dos zapatos idénticos. A pesar que los asirios y griegos ya habían hecho alguna distinción en modelos.
Fue ya entrado el siglo XIX que se encontraban diferencias claras en la hormas, siendo Estados Unidos, particularmente la ciudad de Filadelfia, donde se origino el epicentro de este cambio.