Redacción/ El Nacional.
Hoy no es un día cualquiera sino 29 de febrero, una fecha bastante especial, ya que solo se repite en nuestro calendario cada cuatro años. ¿Pero te has puesto a pensar en qué fecha estaríamos si no existiera el año bisiesto?
La culpa de que este excepcional día se cuele en nuestra agenda, y la tiene nada menos que Julio César, quien por el año 46 antes de Cristo, consultó por mediación de Cleopatra, a astrónomos egipcios en Alexandria y estableció un día extra en el mes de febrero, entre los días 23 y 24. Fue el papa Gregorio XIII, artífice del calendario gregoriano, quien se encargó de modificarlo posteriormente, moviéndolo hasta finales de citado mes.
La razón de que este día exista no responde al simple capricho de un militar y político de la época romana; su añadido cada cuatro años sirve para corregir el desfase que existe entre el año solar o trópico -el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa al Sol-, que tiene una duración de 365 días 5 horas 48 minutos 45,25 segundos (o sea, 365,242190402 días), y el año del calendario, con sus 365 días exactos. Pero, ¿y si no usáramos este método compensatorio? ¿en qué fecha estaríamos ahora mismo?
Los Angeles Times se han encargado de hacer el cálculo (y quitarnos esa gran duda), desvelando que sin los años bisiestos, hoy estaríamos a de15 de julio del 2017, siempre y cuando se tenga en cuenta que se ha empezado a contar desde el establecimiento del citado calendario por parte del líder de Roma.
Son muchas las propuestas que se han hecho a lo largo de la historia para intentar establecer un mejor calendario para la sociedad. Desde tener semanas de 10 días a años con 13 meses, cada uno de los cuales sólo contaría con 28 días; estos son solo ejemplos de las ideas que se han manejado en diversos países en otras épocas (no tan lejanas).
Por si no lo sabías, actualmente nuestro sistema de cronometraje no sigue el seguimiento de los movimientos de nuestro planeta alrededor de la estrella que nos da calor; se basa en su lugar en el reloj atómico, utilizando ordenadores que se encargan de contar las oscilaciones del átomo de cesio, algo mucho más preciso (y complejo). Si Julio César levantara la cabeza.