descarga (23)Redacción / El Nacional

El catedrático y profesor emérito de Fisiología en la Universidad de Santiago de Compostela, Acuña Castroviejo impartió en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia una conferencia titulada “Los relojes de la alimentación. Eres cuando comes” con la finalidad de defender que el horario de comida es más importante que lo se come o la cantidad.

El “reloj maestro está en el cerebro”, indica Castroviejo, que se activa por la luz al amanecer y sincroniza todos los ritmos del organismo relacionados con la producción de hormonas o actividad, pero otros relojes en cada órgano dependen del reloj maestro y de la alimentación.

Cada vez que una persona come se produce la “activación de una serie de mecanismos” vinculados con el apetito, la producción de enzimas y la actividad de las diferentes partes del aparato digestivo.

Así mismo mencionó que eso cambia a lo largo del día, pues ya que al llegar a la noche, la sensibilidad a los glúcidos, es decir, azúcares e hidratos de carbono, va a disminuir y eso indica que se digiere menos óptimamente por la tarde.

En cambio, mientras las personas están activas acumulan grasas, que se queman de noche, lo que explica las alteraciones metabólicas que tienen los afectados por importantes cambios de turnos que pueden trabajar una jornada por el día y en otra de madrugada.

“Los cambios del momento de la ingesta de alimentos son tanto o más importante que lo que comes o cuánto comes”, asegura el doctor Acuña.descarga (24)

Cabe destacar que es fundamental ayunar entre comidas al menos cuatro horas porque el cuerpo vuelve a prepararse para comer y se produce una facilitación de todas las enzimas que son las que va a utilizar el cuerpo para digerir todos esos alimentos.

Esto es debido a que los estudios demuestran que con la misma ingesta de alimentos, una persona que hace tres comidas al día mantiene su peso, mientras que el que la distribuye a lo largo de veinticuatro horas va a tener un incremento de peso, una acumulación de grasa porque le faltan esos “periodos” en los que el organismo recupera la producción de enzimas.