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Redacción/El Nacional

Alrededor de 40 mil espectadores acudieron ayer al Estadio Azteca para darle el último adiós al fenómeno de la comedia mexicana, don Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, quien falleció el pasado viernes 28 de noviembre.

La colorida reunión comenzó desde la mañana del domingo en las afueras del Coloso de Santa Úrsula, donde cientos de niños, jóvenes y adultos caracterizados de los personajes emblemáticos del comediante, en especial se distinguía “El Chavo del Ocho”, que ya sea con playeras con la letra CH, banderas, juguetes, dibujos o pancartas, el público llevaba consigo algo de su ídolo. Un cuadro fascinante era que adonde quiera que se mirara, tanto cerca como a lo lejos, se veían las afamadas antenitas de vinil propias del Chapulín Colorado.

Poco antes de las once de la mañana, la espera terminó y con gran entusiasmo comenzaron a ingresar los miles de fans, coreando “¡El Chavo, El Chavo, El Chavo!”.

En el centro del majestuoso estadio, fue colocada una estructura parecida a una araña con un techo negro y cuatro pasillos de alfombra roja que se unían en el corazón del campo.

En un momento posterior las dos pantallas del Azteca ubicadas una paralela a la otra, comenzaron a transmitir en vivo el traslado con destino al estadio de la carroza en un vivo color rojo que contaba con dos estatuas en un tono oscuro, una del Chavo con su barril y la otra del Chapulín con un corazón, y en el eje, el féretro de Chespirito protegido por un cristal.

Mientras esperaban el arribo, la piel se erizaba al grito de “Se ve, se siente, el Chavo está presente”. Mientras por la puerta norte entraban la viuda Florinda Meza, sus hijos y otros familiares.

Cuando el reloj marcaba las 13:20 horas, y al unísono de ¡Chespirito!, que ya se encontraba en el recinto, fue recibido con eufóricos aplausos, mientras de fondo sonaba el tema musical “Gracias por siempre”, que hizo llorar a más de uno, mientras el cortejo fúnebre atravesaba uno de los pasillos para colocarlo en el centro. La emoción era latente del corazón de las miles de almas presentes en el Azteca, cubiertas de lágrimas.

Se invitó a los espectadores a dejar una flor blanca y pasar cerca del féretro para gratificar años de simbólica diversión brindada; la primera en hacerlo fue su amada Florinda Meza, después los hijos y familiares.