Redacción/El Nacional
A la hora del postre, en los restaurantes chinos cada vez son más los que proporciona unas crujientes galletitas con un original diseño y que llevan en su interior un papelito donde viene algún tipo de predicción o mensaje, siendo conocidas popularmente como ‘galletas de la fortuna’ o ‘galletas de la suerte’.
Al contrario de lo que muchísima gente pueda pensar, estas obleas no se originaron en China ni tienen tras de sí una antiquísima tradición milenaria, ya que en realidad se inventó en la primera década del siglo XX en los Estados Unidos.
Con un origen de una ubicación que nada corresponde con lo que ahora nos hacen creer, su inventor tampoco era de origen chino sino que era originario de Japón, aunque llevaba viviendo media vida en Norteamérica.
Makoto Hagiwara regentaba el Japanese Tea Garden, dentro del parque Golden Gate de la ciudad de San Francisco, y en 1909 comenzó a servir como acompañamiento del té unas crujientes galletitas que en su interior escondían distintos mensajes, la mayoría antiquísimos proverbios japoneses y alguna que otra predicción.
El señor Hagiwara se había inspirado en la receta de los senbei, unas galletas de arroz típicas de su Japón natal.
Con los años el salón de té se hizo muy popular, importándose la idea de las galletas de la suerte a otros puntos del planeta.
Pero no fue hasta 1989 en el que un empresario de Hong Kong comenzó a comercializarlas en su tienda de artículos de importación y delicatesen y en el que las vendía bajo el eslogan publicitario de ‘Las genuinas galletas de la suerte americanas’, vendiendo grandes cantidades a los turistas que hasta allí viajaban, pero que las adquirían y llevaban a sus países creyendo que habían comprado el souvenir de un producto típico de China.
A partir de ahí se comenzó a popularizar y comercializar en el resto de China, convirtiéndose en uno de los productos más conocidos, comprados y exportados. La expansión empresarial del país abriendo restaurantes y negocios en cualquier punto del planeta ha ayudado a convertir a las galletas de la fortuna en algo que todo el mundo identifica con ellos, cosa que les ha ido francamente bien, teniendo en cuenta de que no la inventaron ellos ni es originaria de ese país ni cultura.