Carmela Mancuso: La Señora de las Flores Amarillas

En las calles de Roma, el viento lleva consigo una curiosa historia que se ha tejido en torno a Carmela Mancuso, una mujer de 78 años originaria de Calabria. Conocida por muchos como la “señora de las flores amarillas”, Carmela ha tomado un papel destacado en la vida de la ciudad, especialmente en estos días difíciles para la Iglesia. Desde hace casi un mes, la determinación y el afecto han guiado sus pasos hasta el Hospital Gemelli, donde se encuentra hospitalizado el Papa Francisco. Cada día, lleva consigo un ramo de flores amarillas, símbolo de apoyo y oración.

Su inquebrantable dedicación a la causa del bienestar del Papa no ha pasado desapercibida. Este gesto le ha valido la atención del mismo Papa, quien durante su primera aparición pública tras 38 días de internación, no dudó en saludarla desde el balcón del hospital. Para Carmela, este encuentro fue un instante iluminador, un reconocimiento que resuena en su corazón y en el de todos aquellos que la han visto en su misión.

Carmela, ex maestra y residente de Roma, descubrió el poder de las flores como medio de terapia al atender a una niña enferma en el Hospital Bambino Gesù. “Las flores cuentan historias de esperanza”, dice. Desde entonces, ha hecho de este gesto una forma de vida, un acto que trasciende el tiempo y las circunstancias. Su confianza en la pronta recuperación del Papa es inquebrantable, y ella comparte que, incluso, el Papa llevó un ramo de esas mismas rosas amarillas a la iglesia de Santa María la Mayor, como un símbolo de gratitud y fortaleza.

La aparición del Papa fue un momento de profunda conexión, no solo con sus seguidores, sino también con Carmela. En medio de la multitud, su voz resonó al mencionar: “Veo aquí a una señora con flores amarillas. Es buena”. Este momento emotivo, para muchos, se convierte en un símbolo del poder de la solidaridad y el amor, donde un simple gesto de apoyo puede trascender más allá de las palabras. Carmela, emocionada, se sintió valorada y reconocida no solo por su acto de bondad, sino por la conexión profunda que establece con los demás a través de su dedicación.

Así, la historia de Carmela Mancuso, la señora de las flores amarillas, se despliega como un relato conmovedor de amor y esperanza, resonando en los corazones de aquellos que creen que los pequeños gestos pueden cambiar el mundo.