El astronauta de Apolo XI, Michael Collins, piloto de la nave desde la cual Neil Armstrong y Edwin Eugene “Buzz” Aldrin descendieron sobre la Luna en 1969, murió el miércoles de cáncer, tenía 90 años.
Collins formó parte de la tripulación del Apolo XI que puso fin a la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética y cumplió el reto del presidente John F. Kennedy de llegar a la Luna para fines de la década de 1960.
Aunque viajó 383,023 kilómetros y llegó a apenas 111 kilómetros de la Luna, Collins —a diferencia de sus compañeros Aldrin y Armstrong, que murió en 2012— no pisó la superficie lunar. Ninguno de los tres regresó al espacio después de la misión Apolo XI.
“Es propio de la naturaleza humana estirarse, ir, ver, comprender”, dijo Collins en 1979, al cumplirse el décimo aniversario del alunizaje. “La exploración no es una elección… es un imperativo y sólo es cuestión de tiempo cuando se ejerce esa opción”.
Durante los ocho días de la misión, Collins permaneció a bordo del módulo de control Columbia mientras Armstrong y Aldrin descendían a la superficie lunar en el módulo Eagle.
Collins pasó casi 28 horas a solas hasta que Armstrong y Aldrin finalizaron sus tareas en la superficie lunar y regresaron al módulo de mando. Collins era el responsable del acoplamiento de las dos naves antes de iniciar el regreso a Tierra. Si se hubiera producido algún desperfecto y Aldrin y Armstrong hubieran quedado varados en la Luna —un temor real—, Collins habría tenido que regresar solo a la Tierra.