Los restos de Manrique Mezquita Tadeo, trabajador de una empresa de televisión por cable, quedaron irreconocibles luego de ser linchado por pobladores de San Marcos Tlacoyalco, Puebla, el pasado 9 de agosto.

Dos tatuajes ayudaron a su identificación: en el brazo izquierdo, un sol; en el derecho, un dragón. Su rostro y cuerpo estaban destrozados.

“Fue impactante. No tenía rostro, se lo despedazaron. Su cuerpo estaba inflado, quemado; sus tripas estaban de fuera. Ya olía feo”, cuenta Lauro, quien la madrugada del miércoles tuvo que reconocer el cuerpo de su hermano.

Mezquita Tadeo, originario de Veracruz, se encontraba laborando en la junta auxiliar de la comunidad poblana. Cuando terminó su turno compró cervezas y se dirigió junto con su chalán al deportivo del pueblo para beberlas.

Los testimonios referidos por la Fiscalía aseguran que de un momento a otro se dio una riña con algunos sujetos. La causa es aún desconocida; después lo acusaron de ser un secuestrador.

“No señores, mi hijo no era secuestrador. Mi hijo era trabajador, una persona que trabajaba para mantener a su familia y le arrebataron la vida”, dijo Ana María Tadeo, madre de la víctima.

Miembros de la Policía Auxiliar revisaron a Manrique frente a las personas con las que discutía. Instantes después lo trasladaron a la comandancia del pueblo, donde lo detuvieron varias horas.

Pasadas las nueve de la noche, vecinos corrieron el rumor de que se trataba de un secuestrador de niños e hicieron sonar las campanas de la iglesia, pidiendo que se reuniera el pueblo.

Entre gritos y consignas, la gente decía que no permitiría que la policía se llevara al supuesto secuestrador; sin embargo, entre los vecinos jamás hubo una persona que lo señalara directamente. La información fue confirmada por su hermano luego de entrevistarse por 12 horas con las autoridades ministeriales.

Mientras el detenido se encontraba en los separos, la gente enardecida con piedras y palos comenzó a causar destrozos en la presidencia auxiliar; con una unidad oficial derribaron puertas y paredes y lograron entrar hasta donde estaba el detenido.

Los pobladores le arrojaron piedras hasta destrozarle el cráneo y, antes, no permitieron el acceso de paramédicos para su atención. La multitud observó la agonía del hombre hasta que perdió la vida. Minutos después arrastraron el cuerpo frente a la comandancia municipal, le arrojaron un líquido flamable y le prendieron fuego.

Su madre ni siquiera pudo verlo. Cuando llegaron a su natal Veracruz, en el municipio Ángel R. Cabada, los restos tuvieron que ser sepultados rápidamente pues el estado en el que su cuerpo se encontraba daba testimonio de la brutalidad con la que fue ultimado.

Manrique Mezquita Tadeo tenía 36 años y era padre de una niña. Deja cuatro hermanos y a su madre, quien asegura que no descansará hasta que se haga justicia.

“Voy a llegar hasta lo último. Dejé puesta una denuncia contra todo el pueblo. Quiero que agarren a todos los asesinos. Uno por uno tienen que caer”, dijo.

Redacción/El Nacional