comida

Agencias/ El Nacional

Existe una razón científica por la cual nos enojamos cuando tenemos hambre, y es que se debe a los procesos que ocurren dentro de nuestro cuerpo cuando necesitamos comida.

Los carbohidratos, proteínas y grasas que ingerimos se transforman en azúcares (como la glucosa), aminoácidos y ácidos grasos que el cuerpo utiliza como energía. Cuando pasamos mucho tiempo sin ingerir alimentos, se registra una baja en el nivel de estos nutrientes en la sangre. Si los niveles de glucosa bajan mucho, entonces el cuerpo lo percibe como una amenaza y desencadena mecanismos que probablemente ya has experimentado.

La falta de glucosa se manifiesta en situaciones como dificultad para concentrarte y ser más propenso a cometer errores. Pero también te lleva a tener reacciones explosivas con las personas cercanas.

Además, cuando baja el nivel de glucosa en la sangre, el cerebro le envía señales a varios órganos para que sinteticen y liberen hormonas, como la epinefrina y el cortisol, que incrementarán los azúcares y además te harán estar a la defensiva.

Por último, tanto el hambre como el enojo son controlados por genes comunes. El producto de esos genes es el neuropéptido Y, un químico natural que estimula patrones de alimentación voraces y que además dispara las acciones agresivas.

¿Qué puedes hacer para prevenirlo? Simplemente comer antes de que tengas demasiada hambre evitando alimentos como chocolates o papitas, ya que estos elevan rápidamente los niveles de glucosa en la sangre, además de que caen igual de rápido, por lo que volverás a tener ganas de comer muy pronto.