Redacción /El Nacional
Algunas personas pueden doblar sus lenguas en forma de tubo y otras no. La explicación directa a este fenómeno tan curioso es que debe existir un gen dominante que permita realizar dicha acción y otro recesivo que lo impida.
Durante mucho tiempo se creyó que este era el ejemplo más feliz para usar en clases de genética. Sin embargo, desde el siglo pasado se han venido realizando estudios que cuestionan la simpleza de dicha idea.
El hecho más significativo es la diferencia que se ha encontrado en los gemelos. Al parecer no todos los pares de monocigóticos tienen la capacidad de enrollar sus lenguas, aun cuando comparten la misma dotación genética. Si esta característica fuera absolutamente hereditaria, ambos hermanos deberían siempre tenerla; no obstante, la realidad prueba lo contrario.
Otra situación muy interesante es que muchos niños que no pueden doblar sus lenguas desde pequeños y aprenden a hacerlo en edad escolar. Ello prueba que el fenómeno no puede ser explicado solamente en términos genéticos. Hay personas que pueden enrollarlos bordes de la lengua pero no hacerlo completamente, de modo que no pueden ser incluidos en el grupo que tiene el rasgo.
Los resultados de estudios familiares arrojan que es más probable que los hijos de padres con dicha habilidad también la tengan, pero la misma lógica indicaría que no deberían hallarse hijos de personas sin el rasgo que pudieran enrollar sus lenguas. Sorprendente mente, todos los estudios realizados tienen sujetos con tales comportamientos.
No hay dudas que tras estas diferencias fenotípicas debe haber determinado funcionamiento genético. Algunas hipótesis sugieren que hay otros genes actuando simultáneamente. Otras, que las influencias medioambientales también desempeñan un rol en la adquisición de esta habilidad. Al parecer la posición más acertada es entender el fenómeno como una relación entre la dotación genética particular y los factores externos influyentes. Evidentemente la explicación es más compleja de lo que el mito propone.