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Nancy Vázquez/El Nacional

Dong-Pyou Han trabajaba en la Universidad Estatal de Iowa, en Estados Unidos. Trabajaba en su más importante investigación: encontrar una vacuna que pudiera prevenir el VIH, pero en 2013 el mismo centro de estudios descubrió que el científico había cometido manipulado los resultados de varios de los ensayos que realizaba en el laboratorio e inmediatamente lo obligó a dimitir.

Ahora, la justicia lo condenó por falsificación y no sólo le ordenó pagar 7,2 millones de dólares a los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) sino que además lo condenó a cumplir con 57 meses de prisión, es decir, cuatro años y nueve meses. Cuando cumpla su condena en prisión, estará otros tres años bajo libertad vigilada.

Han, ahora de 58 años, trabajaba en 2008 en la Case Western Reserve junto al profesor Michael Cho en una vacuna experimental contra el VIH en conejos gracias al financiamiento del NIH. En ese momento, según Han, ocurrió un accidente y se mezcló sangre de uno de los conejos que era parte del estudio con muestras de sangre humana que ya tenía anticuerpos. ¿El resultado? El experimento mostraba que la vacuna era efectiva porque había sido capaz de crear anticuerpos en el conejo, por lo que “creaba inmunidad”. Entonces se creyó que era un gran avance.

Al año siguiente el equipo completo es contratado por la U. Estatal de Iowa, para continuar los estudios también con fondos del NIH. Cuatro años más tarde, un grupo de científicos de la U. de Harvard repitió los estudios y descubrieron que los resultados de este grupo eran falsos.

Han se vio obligado a dimitir ese mismo año, luego que la universidad iniciara un sumario por el que concluyó que se habían falsificado los resultados de varios experimentos en esta investigación. En esa oportunidad, el cuestionado investigador dijo a través de una carta que tras el error inicial en la confusión de muestras, se vio obligado a seguir mintiendo para ocultarlo.

La Oficina de Integridad de la Investigación (ORI, por sus siglas en inglés), un organismo que supervisa las investigaciones que se realizan con fondos del NIH determinó que Han no podía recibir subvenciones durante tres años. Ese habría sido su único castigo si el senador republicano del Estado de Iowa, Charles Grassley, no se hubiera interesado en el caso.

El parlamentario envió una carta a la ORI a comienzos de 2014 y en ella planteaba que la pena era muy ligera “para un médico que deliberadamente había manipulado un ensayo de investigación causando pérdidas por millones de dólares a los contribuyentes en sus estudios fraudulentos”.

En junio de 2014, la justicia ordinaria tomó cartas en el asunto y un fiscal federal generó cargos contra Han. Este fue detenido y su caso llevado ante el gran jurado. En febrero de este año se declaró culpable de haber realizado declaraciones falsas para obtener becas de investigación del NIH y esta semana se conoció su sentencia.

Para Alan Price, ex director adjunto de la ORI, el caso Han es un fraude de nivel medio, por lo que llegar a la justicia penal es al menos inusual.

Joseph Herrold, defensor público de Han, ha dicho que la primera confusión de muestras fue un accidente, pero que el investigador estaba demasiado avergonzado para admitir su error y para encubrirlo, siguió adulterando las muestras y pidió libertad condicional. Sin embargo, la fiscalía dijo que la pena es necesaria para disuadir a otros que pudieran hacer investigaciones fraudulentas.