Redacción/El Nacional
En un reflejo del dilema republicano, organizaciones latinas respaldaron hoy la decisión de Obama pero pidieron que este primer paso se complete con una reforma integral del Congreso, que está dominado por la oposición y cuya ala más extremista, el Tea Party, pide responder al presidente con medidas radicales.
Además, la esperanza demócrata para 2017, Hillary Clinton, apoyó firmemente la iniciativa del mandatario, defendió su autoridad para actuar por decreto y achacó a la inacción republicana la necesidad de Obama de evitar el Congreso, donde la oposición mantiene congelada una reforma migratoria aprobada por el Senado en 2012.
“Tenía esperanzas de que la ley bipartidista aprobada por el Senado en 2012 iba a incitar a la Cámara de Representantes a actuar, pero se negaron incluso a presentar una iniciativa”, dijo hoy Clinton, ex primera dama, senadora, secretaria de Estado y mencionada como muy probable candidata en 2017 en un inusual comunicado tras meses de silencio.
“La abdicación en su responsabilidad allanó el camino para este decreto, que sigue a establecidos precedentes de ambos partidos que se remontan a muchas décadas”, agregó Clinton sobre el plan de Obama, que es la mayor reforma migratoria desde la adoptada por el ex presidente republicano Ronald Reagan, en 1986.
En un discurso desde la Casa Blanca, Obama anunció anoche un decreto que regularizará a unos cinco millones de inmigrantes ilegales, en su mayoría latinoamericanos, que tengan hijos estadounidenses o con permiso de residencia, con lo que podrán obtener un permiso de empleo temporal y evitar la deportación.
El mandatario subrayó, no obstante, que sus medidas no pretenden sustituir a un marco legal que suponga una solución permanente para el sistema migratorio estadounidense, y llamó de nuevo a los legisladores a aprobar un proyecto de ley definitivo.
Los líderes republicanos en el Congreso, John Boehner y Mitch McConnell, rechazaron el decreto, pero analistas coinciden en que deberán hacer equilibrismo para contener al ala ultraconservadora del partido, el Tea Party, que exige respuestas extremas, como paralizar la actividad del gobierno o juicio político para Obama.
La clave ahora es la dimensión del contraataque: el Tea Party quiere usar el bloqueo presupuestario para forzar otra parálisis del gobierno federal como la del año pasado, mientras que el aparato del partido aboga por medidas menos radicales como negar fondos para la implementación de las medidas migratorias.
“No podemos capitular, pero tenemos que hacer retroceder -a Obama- inteligentemente”, diagnosticó el senador republicano Lindsey Graham, uno de los legisladores que auspiciaron la reforma migratoria integral estancada en la Cámara de Representantes desde su aprobación en la cámara alta en 2012.
“Si reaccionamos de forma desproporcionada, el tema ya no es Obama, somos nosotros”, agregó.
La retórica beligerante con la inmigración ha demostrado pasar factura a los republicanos elección tras elección.