Redacción/El Nacional
El fin del día nos entrega sin energía al momento de ponerle el cuerpo a la vida personal. El trabajo, los hijos, la casa… Cero pilas: el encuentro íntimo y el placer quedan para otro momento, que, a su vez, va de postergación en postergación. Consejos para recargar las pilas y recuperar el deseo.
Lo primero que me surge ante esta doméstica polaridad es el intento de ampliarla y, desde allí, sacarla de un contexto que la relativiza y la cristaliza al mismo tiempo.
¿Cuál es la diferencia? ¿Que al sexo hay que tenerlo de noche, cuando nos vamos a la cama, previo a dormir? Inmediatamente nos encontramos con una ubicación escasa para situar algo de tan inmenso valor y complejidad en nuestras vidas. Le otorgamos un espacio demasiado reducido. Claro, después nos preocupamos y nos angustiamos cuando se transforma en una visita esporádica y pobre.
Bendito deseo está sobredimensionado y mistificado. Ligado a satisfacer el deseo de él y a evitar preguntarnos sobre el nuestro la frase femenina de “tenemos que darle el gusto a él” nos sitúa eternamente en un lugar pasivo a la hora de hacernos cargo de nuestra responsabilidad y de nuestro derecho a disfrutar del sexo como algo propio.
¿Dormir o tener sexo? No es una pregunta que pueda en sí misma tener una respuesta. De hecho no es la pregunta que debemos hacernos. Sino más bien consultarnos sobre nuestra posición respecto a nuestra sexualidad y el derecho y la obligación de sostenerla, estimularla y expresarla como bien se merece.