Redacción/ El Nacional
Un niño está hospitalizado debido a una enfermedad crónica y para que se entretengan las enfermeras le han dado un osito de peluche. Lo que el pequeño no sabe es que, mientras lo abraza, el juguete mide su temperatura, su ritmo cardíaco y el nivel de oxígeno en sangre.
La escena es ya habitual en varios hospitales de Croacia, Bosnia, Reino Unido y EU que están usando de forma experimental un dispositivo creado por dos jóvenes croatas con la intención de hacer más fácil la vida de pequeños que pasan por un centro médico o que padecen males crónicos
Los sensores ocultos en las patas del osito miden en pocos segundos esos valores y los envían al teléfono móvil del médico, la enfermera o los padres del niño, mientras éste se divierte jugando.
Según el doctor Nogalo, este osito médico ayuda a suavizar el estrés que provocan esas mediciones en los pequeños.
Nogalo confía en que las investigaciones clínicas confirmen su fiabilidad como instrumento de medición tanto en hospitales como para uso particular, de forma que los padres de enfermos crónicos puedan prevenir, por ejemplo, ataques de asma en casa.
Además, la medición de un niño que está jugando tranquilamente es más fiable que la de uno que llora o forcejea para que no lo le pongan, por ejemplo, un termómetro.
Este osito ha sido creado por Josipa Majic y Ana Burica, dos jóvenes croatas -una informática y la otra economista-, que tuvieron la sencilla pero original idea de instalar sensores en un animal de juguete.
Su ida fue galardonada en 2013 con el VentureOut Challenge del Banco Mundial y atrajo en 2014 gran atención en el Consumer Electronics Show, una prestigiosa feria tecnológica que se celebra en Las Vegas (EU).
Desde que hace 18 meses elaboraron manualmente los primeros ejemplares, ha ido creciendo el interés por su producción de lo que es conocido en el Reino Unido ya como (El osito guardián), asegura Burica.
El oso aún no se comercializa, ya que tiene que pasar aún el proceso de certificaciones y autorizaciones oficiales, reto que las dos jóvenes y su equipo de 15 personas están dispuestas a afrontar.
“Ahora, por ejemplo, estamos trabajando en obtener una versión que pueda lavarse hasta los 120 grados centígrados, para necesidades de los hospitales”, explica Burica.
Su precio final aún no se ha definido, aunque podría oscilar entre los 100 y los 200 dólares.
Ya hay siete inversores en el Reino Unido dispuestos a financiar la producción de este osito médico.