pareja

Valeria Gonzalez / El Nacional

Escena de novela: eso de llorar patalear y gritar no funciona es probable que las novelas muestren lo contrario pero en la vida real esto no funciona.

 

Y menos si hay testigos presentes, así que olvídate de hacer una escena enfrente de sus amigos o en privado.

 

Deja que te baje la ira y, más relajados y con café de por medio, trata de tener una conversación adulta con él. No sólo será más efectivo sino que te hará sentir mejor. Nadie se siente bien cumpliendo el rol de mujer desquiciada.

 

Escribir mensajes llenos de reclamos. Haces una catarata de críticas donde le recordar  desde el primer hasta el último error que, según vos, cometió en la relación. Arremetés contra todos y todo. No se salva ni el amigo que alguna vez fue con ustedes al cine porque se sentía solo, ni esa maldita costumbre que tiene de dejar los zapatos tirados en el comedor.

 

Descarga en las redes sociales. Escribir frases de mujer despechada en Twitter o Facebook no es buena idea. No sólo repelen a casi cualquier mortal sino que, además, tu chico tomará debida nota del asunto y eso te dejará en desventaja. Si tenías argumentos para estar enojada, este tipo de actitudes sólo logrará que esos motivos pierdan peso.

 

Controlar el WhatsApp. ¿Cuándo fue la última vez que se conectó? ¿Por qué no me mandó un mensaje todavía? ¿Con quién habrá hablado a esa hora de la madrugada? Son todas preguntas que, seguramente, alguna vez pasaron por tu cabecita. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Todas, alguna vez, nos quedamos pendientes de la última hora de conexión del susodicho y comenzamos a inventarnos posibles explicaciones para su ausencia o presencia en ese mundo de la mensajería (casi) instantánea. No es sano y envenena.

 

La paranoia. No pasaron dos horas desde “la gran discusión” y vos ya les estás encargando a todas tus amigas que lo traten de buscar en Tinder, Match.com o cualquiera de esos sitios para citas virtuales. Es que vos estás segura que el muy turro está dando vueltas por ahí, en busca de alguien mejor que vos y lo querés agarrar “in fragantti”.  ¿Es necesario? Mejor invertir ese tiempo en salir a recorrer la ciudad, o en ir a ver algún espectáculo de stand up para ahogar las penas en alegrías.

 

Revisar su celular. Esperar que se vaya al baño o aprovechar cualquier otro descuido de él para investigar su teléfono es una de las ideas más recurrentes cuando estamos en modo “enojo”. También se suele hacer en otras ocasiones, pero cuando una está presa del odio estas pesquisas se vuelven más obsesivas porque queremos encontrar en el afuera el motivo de nuestros males. “Si nos peleamos tanto seguramente es porque está con otra que le llena la cabeza”. No sabemos si es así, y revisar su celular tampoco es la manera ideal de enterarse. ¿Mira si te engancha apretando botoncitos y echando humo por la cabeza? Es triste. Te deja en el quinto subsuelo y encima no sabes si vas a encontrar algún motivo que permita dejar en segundo plano esa actitud intrometida.

 

Publicar fotos de falsa felicidad. Eso de subir imágenes a las redes sociales fotos donde aparecemos sonrientes, y abrazadas a flacos en un boliche no es exactamente una gran idea. En primer lugar, el muchacho en cuestión puede darse cuenta de que esas publicaciones sólo buscan generar sus celos y eso te pone en un lugar patético. Por otra parte, es posible que él crea que realmente lo olvidaste y entonces decida no acercarse más a vos para buscar una reconciliación.

 

 

Contarles todo a “las chicas”. Ojo con quiénes son esas chicas. Es mejor que optes por descargarte con una amiga de confianza y no con toda mujer que te cruces en el camino. Además de ser imprudente puede ser inconveniente. Es que si relatas, con enojo, todas las cosas que te molestan de ese “maldito tipo”, sabe que es muy posible que ellas te metan fichas en contra de tu chico y hay que ver si querés cargarte con más negatividad cuando ya estás llena de odio. Quizás es mejor serenarse y hablar manteniendo cierta distancia prudencial con tu irritación. Acordate que la ira enceguece.