Si acabas de tener sexo y tienes una mala sensación de dolor e irritación ahí abajo, ya sea en la mañana siguiente o inmediatamente después del acto. Aunque no lo creas, es más común de lo que parece y sí, tiene solución.

Aquí te daremos a conocer algunas razones por las que esto podría sucederte. 

No lubricaste lo suficiente

Por más fascinante que sea tu vagina, es posible que no lubrique lo suficiente para la penetración. Tal vez tengas tu mente en otro lugar o simplemente no hubo tanto juego previo, pero el punto es que tu vagina no produjo el lubricante requerido.

Cabe mencionar que tener sexo por mucho tiempo causa resequedad. Así que hazte un favor la próxima vez y compra condones lubricados y un lubricante vaginal por separado para disfrutar más de la penetración.

Su ‘amigo’ es más grande

Si el pene de tu pareja es muy grande  es posible que llegue a tu cuello uterino, lo cual puede ser increíblemente incómodo. Además de ser incómodo, puede ser muy doloroso.

Sexo muy rudo

El sexo rudo puede causar heridas dentro de la mucosa vaginal. Estas heridas pueden ser superficiales, dependiendo de su ubicación. Las heridas más grandes pueden causar sangrado e incluso requieren reparación quirúrgica.

Una reacción alérgica al látex, aceites o lubricantes

Si eres alérgica o sensible al látex o algún espermicida, es obvio que sentirás irritación y dolor durante el sexo. Esto también puede suceder con lubricantes o lociones a los que haya sido expuesta tu vagina.

Tienes una infección

Es posible que tengas herpes, una infección vaginal o vaginosis, condiciones que provocan inflamación y dolor durante el sexo. Cuando hay una infección vaginal, la mucosa se inflama. La fricción en una superficie inflamada, especialmente si la superficie no está bien lubricada, posiblemente cause dolor y molestias.

Tienes endometriosis

Además de ser una de las causas principales de infertilidad y dolor pélvico, la endometriosis hace que el útero se vuelva más sensible durante el sexo. Con la endometriosis, esencialmente las células que deberían estar en el revestimiento del útero, empiezan a crecer fuera del útero y, como resultado, se colocan en otras partes de la pelvis.